Por José Quintanal Díaz
“Yo nací en mala luna”; de este modo, describe el poeta Miguel Hernández su fortuna: “Tengo la pena de una sola pena que vale más que toda la alegría”. Y sin embargo, acabó siendo tan querido, tan honrado y respetado… así podríamos describir a quien ha sido uno de los más grandes poetas de nuestra historia. A caballo entre dos generaciones, su corazón siempre estuvo dividido, pero no dejó nunca de derramar lágrimas de amor, melancolía, dulzura, pasión… Este poeta, oriolado insigne, apasionado de su tierra, amigo, gran amigo, de sus amigos, y fiel a sus principios, demostró a lo largo de su corta pero intensa vida (no llegó a cumplir los 32 años), una entrega pasional a los suyos, de manera especial su familia, a la que dedicó lo mejor de su obra.
Éste es el protagonista indiscutible del libro. De la mano de Clara y Víctor, dos jóvenes adolescentes, cuyos respectivos abuelos compartieron momentos de ternura y amistad con el poeta, esta novel escritora nos embarca en una apasionante aventura, en busca de la verdad que se oculta tras los últimos versos que escribiera en la cárcel de Ocaña. Los mayores ocuparon su vida en perseguir con profusión el desconocido cuaderno; ahora, sus nietos, serán quienes descubran la verdad.
De fondo, el marco resulta incomparable: la acción transcurre a caballo entre Madrid y Orihuela, la ciudad natal de todos ellos. Este rincón mediterráneo, en realidad no posee nada excepcional, salvo el calor que emana el corazón de sus gentes. Un contraste de ambientes que en la novela se combinan con la efectividad y el clamor que refulge del pasado y el presente de esa historia; en ella, el lector se siente, lo mismo que sucede a los abuelos o a sus nietos, apresado por la bondad que denota la rima del vate. Con un cierto carácter juvenil, los muchachos consiguen entremezclar las pesquisas con sus estudios de Secundaria en el Colegio Santo Domingo, donde también estudiara bachiller el insigne poeta, y nos llevan de la mano, por un largo e intenso paseo por el tiempo.
Encontramos el dolor y el desgarro que es capaz de producir, como no pudiera ser de otro modo, la guerra; una contienda fratricida y cruel, como lo son todas. Capaz de alejar, pero también de unir, distanciando amistades y entrelazando ilusiones. En realidad, todos los personajes comparten la pérdida de un futuro, el de su juventud, que no pudo ser. Rosa Huertas, nos teje esta maraña, con la delicadeza de una narración que engancha precisamente, por la suavidad de su lenguaje, y la dulzura con la que son tratados los hechos y sus protagonistas; incluso, aquellos en los que la contienda ha fraguado heridas profundas. Estos, nos los presenta en su vertiente humana, haciéndonos así partícipes de sus más íntimos anhelos, para que la lectura resulte cómoda y enganche. Su trama, se sigue con facilidad, si bien podríamos también podríamos tacharla de abierta, global; las intrigas callejeras o el fulgor con que se describen las plazas y los barrios de la ciudad alicantina, en ningún momento resultan extrañas. Más bien, los encontramos próximos, conocidos, precisamente por esa generosidad con la que se nos descubren.
Como decimos, se trata de una obra entretenida, agradable; distendida, a la vez que apasionante, capaz de mostrarnos cuánto de cierto, nos oculta la vida, corta e intensa, proclamada con la pasión de un poeta que se nos puede antojar humilde y profundo a la vez. Una historia llena de lealtad y reencuentros que nos llevarán indefectiblemente a buscar un pasado, el que encierra la obra de Miguel Hernández, y mezclarlo con el presente (nada más satisfactorio en este sentido que la evocación de los temas que fueran musicalizados por Serrat) para conformar un futuro donde el aroma de la concordia y la unidad, sea capaz de tamizar la curiosidad y la verdad que por siempre encerrarán esos versos, perdidos en la alegría del viento. Él vería mala luna, pero estaba en cuarto creciente, seguro.
Fuente original: http://www.cesdonbosco.com/lectura/bibliografia.htm